sábado

URGENCIAS

Necesito de ti, saber que vives
y que no estás tan lejos que no acudas
a una llamada mía, tan posible,
a una urgencia de besos y de ayudas.

Necesito de ti, aunque la bruma
vaya borrando, a veces, tus confines,
te difumine el tiempo, la rutina
de perdernos sin metas y sin límites.

Necesito de ti, saber que estás
más allá de la sombra y del quizás,
esperando no sé, ni qué, ni cuándo;

pero que no estás lejos, que vendrás
a encenderme una luz, iluminando
nuestro viejo camino una vez más

domingo

TAN SOLO UNA SONRISA


Por qué no sonríes,
no ves que tu risa
detiene una pena,
aleja una prisa,

concierta una cita
con los soñadores,
con los labradores
de las margaritas...

Por qué no sonríes,
no ves que tu boca
sin una sonrisa
bordea la sombra,

y entonces te nombran
con murmullos tristes,
esas flores grises
que siempre están solas.

Verás, si sonríes
que todo es más claro,
la calle más ancha,
el árbol más alto,

menos hondo el daño,
más leve la pena,
menos cruel la afrenta
de los desengaños.

Sonríe, no importa
que no haya motivo,
eso es lo que piensas,
yo no te lo admito,

siempre hay un motivo
para una sonrisa...
sonríe, estás viva,
¡te espera la vida!

miércoles

SER O NO SER

 

Ser o no ser:
¿es esta la cuestión?
O ser y no ser a la vez, serlo todo,
ser a un tiempo todas las respuestas,
todas las posibilidades, todos los caminos,
todas las presencias en todo el espacio...

Qué extraño, qué grande, el mundo
antes de la pregunta y de la lógica,
antes de la medida y el instrumento,
antes de colapsarse
en una sola presencia definida,
antes de ser
respuesta a una pregunta limitada.

Posición, velocidad: esta lluvia
de atributos que la medida
impone a la presencia.
Onda, corpúsculo:
maneras de cómo un Ser más profundo
se nos muestra como Ser,
 y tan nuestro
que lo creíamos, tan concreto, tan ajustado
a nuestra forma de percibir.

En la luz, la paradoja y la claridad,
la donación y el desafío,
la conciliación y la antítesis,
la onda y el corpúsculo.

martes

OCEANOS DE TIEMPO

 

Primero vino el fuego,
el árbol que ardía,
la floresta incendiada
que aquellos hombres monos
mirarían asombrados.

Luego la quemadura y el grito:
hubo una conjunción
momentánea y milagrosa.
Apenas el fuego
y la piel se separaron,
nació todo relato
y cada mínima leyenda.

Hablo del origen,
de la vegetación de piel húmeda,
de la selva profunda y tranquila.
Del trueno metálico,
la madera elemental.
Era el tiempo
en que nacían los lenguajes,
cuando el mito rodó por los crisoles.

Hablo de la tribu
sentada junto al fuego,
como ahora nosotros.
Del grito de la horda,
del sonido áspero,
de la piedra contra la piedra ablandándose,
haciéndose lenguaje,
sometiéndose a la lenta presión
de la gramática.

La especie hacía pie sobre la roca viva,
los días eran cortados a cuchillo,
la noche apenas duraba.
Las cavernas se poblaron de alfareros,
entre gritos nacía
la imperfecta redondez de la cerámica.
Y el primer relato: «yo hice esto».
«Yo lo fabriqué»,
«contiene el agua».

Las palabras viajaron
cambiando las formas,
inventando las costumbres,
adaptándose a la torre y al arado.
Los metales temblaron.
Alguien saludó a alguien,
alguien dijo que tuvo miedo esa noche.
El viaje, el peligro, el trueno,
se hicieron relato,
anticipando la Ilíada y la radio.

Por eso es que a veces
nos callamos frente al fuego,
reavivando crisoles ancestrales,
evocando esa memoria de la especie,
donde duermen los recuerdos
en los Océanos de tiempo.