martes

INVENTARIO


La sonrisa del niño que aún se pinta
en el hondo rincón de los espacios,
que ha resistido al tiempo y a la vida
rozando las esquinas del milagro;
la lágrima furtiva que el pasado
pretende por mi rostro derramar,
el sueño que aparece entre mis manos
y que no lo esperaba ya jamás.

El beso que inventamos cada día,
rosario de palomas y campanas,
ese dulce dolor, melancolía
que llega a lo más hondo de mi alma;
el abrirse de pronto una ventana
e inundarse de Sol la habitación,
el Sol que se hace mío y que descansa
en el frío arenal del corazón.

La prisa que se acaba y que se pierde
cuando alguna mañana estamos juntos,
el tiempo que se para y no obedece
convirtiendo las horas en segundos;
el mundo que creamos, nuestro mundo
donde quise tenerte y donde estás,
ese mundo tan nuestro, tan profundo,
ese que no comprenden los demás.

La ilusión que ya estaba adormecida
perdida en el desván de los olvidos,
la ternura brotando agradecida
y pintando el azul en los vacíos;
la esperanza que aflora los latidos,
la palabra que calma y da calor,
el abrazo que enciende los sentidos
y se niega a marchar en el adiós.

Pero también la pena en la distancia,
el dolor por los años que perdimos,
el no tener futuro, la añoranza
de dejar escapar lo que tuvimos;
envejecer así por dos caminos
que no llevan la misma dirección,
dejar pasar la vida, tú en tu sitio,
yo en el mío, y en medio, nuestro amor.

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