Aquel amanecer no fue de Mayo,
Agosto lentamente oscurecía,
y el amor reclamó soberanía
de repente una noche, como un rayo.
Cómo explicar que aquello parecía
preludio de la magia, el ensayo
de un momento sublime; no era Mayo
sino el amanecer del mejor día.
El alma se partía en mil pedazos,
los besos, las palabras, los abrazos
eran gotas de vida en pura esencia;
después de tantos años sigue estando
aquel amanecer, como sangrando
en un hondo rincón de mi existencia.
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